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Estados Unidos

Biden viene a restañar las heridas que deja Trump, ¿podrá?

Todo parece desarrollarse según lo previsto: el recién asumido presidente estadounidense Joseph Robinette Biden Jr. ha comenzado a tomar las medidas que desandan lo implementado por su antecesor, Donald John Trump, en lo referente al medio ambiente y al cambio climático. Como se sabe, entre las primeras órdenes ejecutivas que ha firmado nada más sentarse en el despacho presidencial de la casa Blanca, conocido como Salón Oval, destaca la decisión de retornar al Acuerdo de París, pero no ha sido la única.
Biden viene a restañar las heridas que deja Trump, ¿podrá?

El mismo día que asumió el máximo cargo de su país, Joe Biden -como habitualmente se lo menciona- firmó la llamada Orden ejecutiva sobre la protección de la salud pública y el medio ambiente y la restauración de la ciencia para abordar la crisis climática. Entre las medidas que contiene dicha Orden pueden mencionarse las de revertir los retrocesos a los estándares de emisiones de gases de efecto invernadero, hacer cumplir una moratoria temporal sobre los arrendamientos de petróleo y gas natural en el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico, y la contabilización de los beneficios de reducir la contaminación climática.

Ese mismo día firmó una declaración titulada Aceptación en nombre de Estados Unidos de América, en la que se puede leer: "Yo, Joseph R. Biden Jr., Presidente de los Estados Unidos de América, habiendo visto y considerado el Acuerdo de París, hecho en París el 12 de diciembre de 2015, por la presente acepto dicho Acuerdo y cada artículo y cláusula del mismo en nombre de la Estados Unidos de America".

Es decir, revertía una medida en contrario tomada por Trump en junio de 2017. La declaración de Biden fue celebrada con una "calurosa bienvenida” por el secretario general de la ONU, António Guterres. Ese reingreso se oficializará a los 30 días de firmada aquellas declaración, el 19 de febrero, y no deja de sumar simbolismo el que haya sido elegido al ex secretario de Estado John Kerry como representante presidencial para el cambio climático, un cargo de nueva creación en el Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en inglés). Fue justamente Kerry el que firmó el Acuerdo de París en 2015 en representación de su país.

Sin embargo, debe hacerse notar que el retiro de dicho acuerdo y el apoyo de la anterior administración a políticas en beneficio del crecimiento de las industrias de combustibles fósiles no ha impedido que Estados Unidos se fuera alejando cada vez más del carbón y del gas natural. ¿El motivo? Simple: los costos de la energía eólica y fotovoltaica no han dejado de caer durante los últimos cuatro años lo que con toda probabilidad esté relacionado con el constante ritmo de cierre de las centrales eléctricas de carbón.

A ello, entre otros elementos, debe sumarse que en los últimos cuatro años, la mayoría de las principales empresas eléctricas del país han comprometido metas de emisiones netas de carbono cero, con la mayoría de ellas apuntando un horizonte máximo en 2050.

Carbono cero en 2050
Es en este contexto que el extremo de emisión de carbono cero neto en 2050 (lo cual significa una producción de energía sin participación en absoluto de las fósiles), fijada por Biden en campaña, parece tener el camino asfaltado, aunque es mucho lo que se debe andar todavía.

Para cumplir con este objetivo, el flamante presidente estadounidense firmó un extenso conjunto de órdenes ejecutivas una semana después de asumir, en las que, entre otras disposiciones, ordena a las agencias federales adquirir energía libre de carbono y vehículos eléctricos, estimular la comercialización de tecnologías de energía limpia, acelerar los proyectos de generación y transmisión de energía limpia y garantizar que las comunidades desfavorecidas obtengan una parte justa de los consiguientes beneficios económicos y ambientales.

Estas órdenes brindan algunas indicaciones tempranas de cómo Biden buscará utilizar el poder adquisitivo del gobierno federal para reforzar sus promesas de reducir las emisiones de carbono del sector eléctrico a cero para 2035 y lograr la ya mencionada economía estadounidense libre de carbono para 2050.

"Se ordena a las agencias federales que obtengan electricidad libre de contaminación de carbono y vehículos limpios y sin emisiones para crear empleos sindicales bien remunerados y estimular las industrias de energía limpia", se expresa en una de esas órdenes. Se trata de un primer paso para alinear la política federal con el compromiso de la campaña de reorientar las compras federales de energía en torno a recursos de energía limpia y gastar 400 mil millones de dólares en la adquisición federal de energías renovables, baterías y vehículos eléctricos.

Vale como dato que da marco, que, según datos de la Administración de Servicios Generales,  en 2019 el gobierno federal gastó alrededor de 4,4 mil millones de dólares en su flota de vehículos. De esto se puede deducir que bajo los nuevos objetivos, las agencias federales comprarían vehículos eléctricos fabricados en Estados Unidos para reemplazar los aproximadamente 645 mil vehículos que ahora posee.

La resiliencia y el oleoducto
Resiliencia es la capacidad de sobreponerse a momentos críticos y adaptarse luego de experimentar alguna situación traumática. La mencionada orden ejecutiva también "instruye a cada agencia federal a desarrollar un plan para aumentar la resiliencia de sus instalaciones y operaciones a los impactos del cambio climático". Esto puede ser interpretado como una invitación a impulsar el desarrollo de microrredes y sistemas de energía de respaldo, así como el diseño y planificación de nuevos edificios, y a emprender modernizaciones para resistir el clima extremo causado por el calentamiento global.

El arco de actuación propuesto podría ser tan amplio como crear un mercado de, por ejemplo, bombas de calor eficientes y calefacción de agua a una aplicación vehemente de regulaciones para edificaciones eficientes desde el punto de vista energético.

También debe hacerse foco en que esta y otras futuras órdenes ejecutivas buscan revertir los proyectos de infraestructura de petróleo y gas que respaldó la administración Trump.

En este punto, vale detenernos en una acción que podría catalogarse como "buque insignia": la rescisión de los permisos federales para el proyecto del oleoducto Keystone XL. De hecho, no faltan los que consideran la cancelación de estos permisos como un mensaje cuidadosamente calculado para la industria petrolera.

En síntesis, este proyecto permitiría transportar petróleo obtenido de las arenas bituminosas desde la región canadiense de Alberta hasta el territorio estadounidense de Nebraska. Se trata de un oleoducto que plantea una tubería de más de 500 km desde el norte hasta las refinerías ubicadas en la zona del golfo de México, en el sur. A su paso, atravesaría uno de los mayores acuíferos del mundo, el Ogalalla, que cubre una superficie de aproximadamente 450.000 km cuadrados (apenas 50.000 menos que la de España).

Posiblemente, esta decisión dificulte las relaciones entre Estados Unidos y Canadá, que ya venían bastante tocadas dado que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, tenía una relación pésima con Trump. De hecho, se trata de un proyecto que lleva siendo el centro de una batalla legal y política desde que fue presentado hace más de una década, durante la presidencia de George W. Bush.

Si a esto se le suma la decisión de congelar los arrendamientos de petróleo y gas natural en tierras públicas o aguas marinas, además de iniciar una revisión rigurosa de todas las prácticas existentes en ese sentido en tierras públicas, el mensaje no podría ser más claro.

Cumbre de líderes sobre el clima y Seguridad Nacional
En lo que puede definirse como una búsqueda de volver a ocupar espacios en el concierto internacional que fueron abandonados por la anterior administración, el presidente Biden ha dado directivas para organizar una llamada Cumbre de Líderes sobre el Clima el Día de la Tierra, a realizarse el próximo 22 de abril.

Y no sólo eso, dentro del conjunto de órdenes hay una que implica al Director de Inteligencia Nacional para que prepare una Estimación de Inteligencia Nacional sobre las implicaciones de seguridad del cambio climático.

Y en lo que puede ser considerado como una de los nudos gordianos en la apuesta de gestión de los próximos cuatro años, también se llama a la creación de puestos de trabajo en la construcción, la industria, la ingeniería y los oficios calificados a partir de garantizar que cada inversión en infraestructura federal reduzca la contaminación climática. Debe recordarse, en ese sentido, que durante el debate que lo enfrentó a Donald Trump, Joe Biden defendió que el conjunto de medidas a favor del medioambiente y contra el cambio climático "no destruirá empleos, sino que los creará".

En definitiva, las primeras acciones del presidente estadounidense apuntan a querer abrazar los beneficios económicos y para la salud pública que pueden traer las energías renovables, una intención de modernizar la red eléctrica y aumentar el almacenamiento de energía, y la electrificación de sistema de transporte.

El plan se antoja ambicioso, pero sería desconocer cuáles son las tendencias de las tecnologías en las cuales puede sustentarse catalogarlo como irreal.

En definitiva, las primeras acciones del presidente estadounidense apuntan a querer abrazar los beneficios económicos y para la salud pública que pueden traer las energías renovables, una intención de modernizar la red eléctrica y aumentar el almacenamiento de energía, y la electrificación de sistema de transporte.

El plan se antoja ambicioso, pero sería desconocer cuáles son las tendencias de las tecnologías en las cuales puede sustentarse catalogarlo como irreal.

• Este artículo se ha publicado en el número de febrero de Energías Renovables en papel. Aquí puedes descargar la revista en PDF.

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