El impulso definitivo a la transición energética tuvo lugar en 2015 en París, cuando 195 estados acordaron de forma unánime la aceleración de la transición verde y digital. Lo cierto es que se trató de algo asombroso, un acuerdo mundial sobre energía con un objetivo: contener el calentamiento global por debajo de los 2 grados de aquí a finales de siglo, gracias, sobre todo, a la sustitución de las energías fósiles por sus homólogas verdes. Aquel día en París, la humanidad emprendió el decimotercer trabajo de Hércules, sin plantearse quizá algunas preguntas cruciales. ¿Donde y cómo vamos a procurarnos estos metales raros para asegurar la revolución verde?¿Habrá vencedores y vencidos en el nuevo tablero geopolítico de los metales raros, como lo hubo con el petróleo y el carbón?¿Con qué coste para nuestras economías, el ser humano y el medio ambiente conseguiremos garantizar su suministro?
El coste de las tecnologías bajas en carbono
En este contexto, el informe desgrana, entre otros aspectos, la cantidad de minerales estratégicos que contienen algunas de las principales tecnologías que permitirán iluminar y propulsar a la sociedad sin llama ni humo. Por ejemplo, "las instalaciones eólicas generadoras de electricidad, o los vehículos eléctricos, requieren más recursos minerales que sus equivalentes alimentados por combustibles fósiles (IEA, 2022a)". Así, "un coche eléctrico multiplica por seis las materias primas minerales utilizadas por un automóvil convencional (con motor de combustión interna) y una planta eólica requiere nueve veces más minerales que una central de ciclo combinado de gas natural (ver figura 1)". Por esta razón, "desde 2010, a medida que el porcentaje de renovables en el mix energético global ha ido aumentando, la cantidad promedio de minerales necesarios por unidad de capacidad de generación eléctrica ha aumentado en un 50%", recoge el estudio.
Transición extractiva
Afirmar que la producción de minerales indispensables para un mundo más limpio es un proceso contaminante, constituye un contrasentido, es comprensible. Sin embargo, mantener nuestro modelo energético implica un aumento vertiginoso de la producción de metales y tierras raras. Por ello, la búsqueda de un modelo de crecimiento más ecológico podría conducir a la explotación intensificada de la corteza terrestre para extraer metales raros, con impactos ambientales no muy alejados de los de la industria fósil en algunos casos. Según el autor del informe, "la transición energética lleva aparejada una transición extractiva que debería concretarse en unas pocas décadas: del petróleo, gas y carbón, a una amplia gama de minerales". Además "la gestión de los impactos ambientales, económicos, sociales y geopolíticos generados a lo largo de toda la cadena de valor de estas materias primas indispensables para la transición energética conlleva multitud de desafíos".
La extracción y procesado de minerales críticos "tiene una serie de impactos potencialmente negativos que hacen que las exigencias sobre el desempeño ambiental y social de las empresas sea cada vez mayor". Sin embargo, "en no pocas regiones, los activos mineros están cada vez más expuestos a riesgos climáticos, tales como el estrés hídrico, calor extremo o inundaciones". Aunque durante los dos últimos siglos la geopolítica energética ha pivotado en torno a los combustibles fósiles, "el cambio climático y las respuestas internacionales a este fenómeno están propiciando profundos cambios en la geopolítica energética global". Por ello el documento incide en que "la transición energética hacia un modelo descarbonizado implica una transición extractiva, de los hidrocarburos a los minerales, y esto supone la aparición de nuevos actores y patrones en el comercio internacional de la energía, así como un nuevo juego geopolítico".
El cuello de botella chino
En plena carrera por el liderazgo de la transición energética, "los estados están compitiendo por el control de las cadenas de suministro de las tecnologías bajas en emisiones de carbono". En la actualidad, "China encabeza de forma destacada esta competición", por lo que "la posibilidad de que este país llegue a controlar la geopolítica de las cadenas de suministro de los minerales críticos y, por extensión, las de las tecnologías energéticas bajas en carbono, es real", advierten el autor del informe. Este escenario "permitiría al gigante asiático ocupar una posición de privilegio en el hipotético nuevo orden energético global que podría derivarse de la actual situación de emergencia climática". Por esta razón, "los países industrializados de nuestro entorno ya están reaccionado frente a esta posibilidad, elaborando planes y diseñando iniciativas estratégicas que deberían ser puestos en práctica de manera coordinada e inmediata", concluye.