Rankia recuerda en el artículo –que reproducimos– que los primeros titulares sobre el COVID-19 -por entonces un virus desconocido- se publicaron durante la última semana de enero, cuando el director del Centro de Coordinación y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, compareció en rueda de prensa para asegurar que la situación estaba bajo control. No fue hasta dos semanas después, ya en febrero, cuando se confirmaron los primeros contagios en España. Para entonces, otros países de nuestro entorno comenzaban a ejecutar protocolos con el objetivo de frenar el avance del virus e Italia, en concreto, encaraba una crisis de dimensiones muy serias.
La fiebre llega al parqué
El lunes 24 de febrero las bolsas mundiales amanecieron en un rojo intenso y, desde entonces, el miedo no ha hecho más que causar estragos en todos los índices del mundo, desde el Hang Seng hasta Wall Street. Mientras se implementaban las primeras cuarentenas en España, el Ibex se dejaba más de un 4% al cierre de la jornada. Dos semanas después, el lunes 9 de marzo cayó un 8%, la peor jornada desde el sí al Brexit y el quinto mayor batacazo del histórico español. En total, la caída suma ya un 24,8%: ha perdido más de una cuarta parte de su valor durante las últimas tres semanas.
La sangría en el selectivo español no fue, de hecho, una anomalía en su entorno. París se dejó un 8,4% ese mismo lunes 9 de marzo; Frankfurt, un 8%; y Londres perdió hasta un 7,7%. En suma, desde el pasado 24 de febrero, han acumulado pérdidas del 23,5%, 23,1% y 20,6% respectivamente.
Es importante recordar que la bolsa es un juego de suma 0: cuando unos pierden, otros ganan. Por lo tanto, el panorama bursátil actual solo es celebrado por los bajistas, o cortos, actores que no tienen reparo alguno en comprometer los ahorros de los pequeños inversores, que son los que mantienen sus posiciones a largo plazo.
El panorama es complejo y el pánico se extiende. Así lo demuestra el llamado “índice del miedo”, o de la codicia, que cayó este lunes hasta los 3 puntos (la escala va del 0 al 100). También el VIX, o índice de la volatilidad, se ha disparado por encima de los 60 puntos y nos retrotrae al escenario vivido en noviembre del 2008, poco después de la caída de Lehman Brothers y el arranque de la crisis financiera.
La inversión en renovables, un bote salvavidas
Sin embargo, frente a los activos financieros, hay un tipo de inversión que no está expuesta a este “índice del miedo”: los activos reales, aquellos que se corresponden con bienes físicos y tangibles. Las energías renovables se enmarcan en esta categoría, así como los inmuebles, los metales preciosos y las commodities, por ejemplo. Las ventajas de este tipo de activos son:
• Su descorrelación de los mercados financieros, es decir, son menos vulnerables al pánico del parqué.
• Generan flujos más estables, más predecibles en el tiempo, y con una baja volatilidad.
Por su naturaleza estable, los activos reales son una valiosa alternativa para muchos inversores. Les permite diversificar su cartera, reducir riesgo y apostar por rentabilidades menos expuestas a los distintos mercados financieros. Además, hoy en día existen soluciones para que cualquier ciudadano pueda invertir pequeñas cantidades en energía renovable o en el sector inmobiliario. Basta echar un vistazo en Internet para descubrir este tipo de servicios.
No obstante, en una situación como la actual, conviene recordar que nuestra salud es siempre el activo más importante que poseemos.
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