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Trump nunca ratificó el Protocolo de Kioto

Porque no llegó a tiempo. Los que sí pudieron hacerlo fueron sus antecesores, pero no lo hicieron. A pesar de todo, ocho años después de ver la luz, Kioto entró al fin en vigor. Entre tanto (y después también), el mundo siguió girando y, no contento con eso, decidió dar un segundo paso. Lo hizo en diciembre de 2015 en la ciudad de la luz, donde fueron muchos los que firmaron el segundo gran pacto contra el cambio climático: el Acuerdo de París.
Trump nunca ratificó el Protocolo de Kioto

La prensa de todo el mundo lleva horas anunciando la salida de Donald del Acuerdo susodicho. El propio Trump ha tuiteado que hará pública su decisión a las 15.00 horas de la Casa Blanca. Lo hará después en todo caso de que se hayan pronunciado Europa y Asia. Porque el primer ministro chino, Li Keqiang, ya está en Bruselas y pasará las próximas horas con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y el del Consejo Europeo, Donald Tusk. Según diversos medios, China y la Unión Europea van a firmar varios acuerdos en las próximas horas, en materia de armamento y, también, relacionados con los compromisos ambientales adquiridos por las dos potencias en el marco de (y desde que ratificaran) el Acuerdo de París.

Más potencia que nunca
El mercado global de las energías renovables lleva ya muchos años mostrando evidentes señales de su solidez. Hace solo unas semanas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Centro de Colaboración Frankfurt School-UNEP y la consultora estadounidense Bloomberg New Energy Finance (BNEF) publicaron un informe que revela que 2016 se ha convertido en el Año Top en cuanto a instalación de potencia de generación renovable, un informe que revela que nunca antes, en un solo año, fue instalada tanta potencia de generación de electricidad limpia: 138.500 megavatios (MW), un 9% más que lo instalado en 2015. El mundo instaló ese año -2015- 127.500 MW (todas las cifras incluyen toda la nueva potencia renovable menos la gran hidráulica).

El dato confirma todas las tendencias, ya apuntadas en anteriores informes y ratificadas en los estudios posteriores. Pero el informe en cuestión -«Tendencias Globales de Inversión en Energía Renovable 2017»- aporta un ítem clave: el gasto medio (la inversión) en dólares por megavatio de potencia instalado disminuyó en 2016 -para la energía solar fotovoltaica y eólica- más de un 10%. O sea, que las energías renovables son cada vez más baratas, y que por eso están triunfando en todo el mundo. En concreto, el año pasado la inversión global ascendió a 241.600 millones de dólares, cuantía algo menor respecto de la invertida en el anterior ejercicio, pero que se ha traducido -como se apunta- en una potencia mayor (+9%) puesta en marcha.

La formidable evolución de la tecnología -el consecuente abaratamiento de los costes- ha sido el elemento que ha propiciado este éxito
Y ese también es el elemento que va a seguir impulsando ese crecimiento, con o sin Trump en el Acuerdo. El presidente de la consultora BNEF, Michael Liebreich, se explicaba así el día de la presentación de su informe: "estamos ante un mundo completamente nuevo: a pesar de que la inversión se ha reducido, las instalaciones anuales siguen creciendo”. Ello además se está traduciendo en otro beneficio: según el informe, "las cifras recientes de la Agencia Internacional de la Energía señalan el cambio a las energías renovables como una de las principales razones de que las emisiones de gases de efecto invernadero permanecieran estancadas en 2016 por tercer año consecutivo, a pesar de que la producción en la economía mundial creció el 3,1%".

Las fuentes de energía limpia son la herramienta clave en la lucha contra el cambio climático, porque no emiten CO2
El mercado global anual de las energías renovables podría alcanzar este año los 250.000 millones de dólares. Nueve de los diez principales fabricantes de aerogeneradores son europeos o asiáticos, ocho de los diez principales fabricantes de placas solares son chinos. Las economías emergentes tienen la necesidad (incremento de demanda de energía). Y Europa (sobre todo Europa pero no solo) tiene la ciudadanía, cada vez más concienciada con respecto a la gravedad del cambio climático. A China le interesa darle salida a su producción, cada vez más competitiva, por cierto. Y la clase política occidental sabe que cada vez son más impopulares (y caros) los combustibles fósiles, y cada vez más rentables electoralmente (y baratas) las energías renovables.

No, Trump nunca ratificó el Protocolo de Kioto. Porque no llegó a tiempo. Los que sí pudieron hacerlo fueron sus antecesores (los Bush, Clinton y compañía), pero no lo hicieron. A pesar de todo, ocho años después ver la luz, Kioto entró al fin en vigor. Entre tanto (y después también), el mundo siguió girando y, no contento con eso, decidió dar un segundo paso. Lo hizo en diciembre de 2015 a la vera del Sena, donde fueron muchos los que firmaron el segundo gran pacto contra el cambio climático: el de París. El Protocolo de Kioto, sí, entró en vigor ocho años después de escrito en la ciudad japonesa. Porque hasta ese momento no pudo recabar firmas de gobiernos suficientes como para que entrase en vigor. El Acuerdo de París recabó esas firmas en solo diez meses.

Que Estados Unidos abandone el barco (esta tarde veremos) no es buena noticia. Pero no es el fin del mundo.

El Acuerdo de París tiene por objeto lo siguiente
2.1 mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de dos grados Celsius (2°C) con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático;

2.2. aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático y promover la resiliencia al clima y un desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, de un modo que no comprometa la producción de alimentos; y

2.3 situar los flujos financieros en un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero».

El Reglamento
Una de las claves del Acuerdo es su Reglamento, que está llamado a ser, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), "un modelo a escala global para reportar y rendir cuentas de las medidas climáticas". Existe una gran experiencia sobre cómo actuar de forma efectiva en ese sentido "gracias a los numerosos y exitosos modelos y mecanismos de cooperación climática internacional -explican desde la ONU- puestos en marcha en las últimas dos décadas bajo la Convención". Cuando esté terminado (y Bonn es una de las escalas clave en este viaje), el Reglamento hará posible la implementación completa de París, estableciendo los "requisitos concretos" para que los países y otros actores informen de manera abierta y contabilicen sus acciones a favor del clima. "De esta manera -continúa la ONU-, se generarán la confianza y seguridad necesarias entre las naciones para que estas intensifiquen su respuesta a los retos del cambio climático de manera integral".

Cien mil millones de dólares de aquí a cuatro años
Otro asunto clave para la puesta en marcha efectiva de este Acuerdo -señala Naciones Unidas- es asegurar que realmente se movilizan los 100.000 millones de dólares que los países desarrollados han prometido a los países en desarrollo para 2020 y que se producen inversiones mayores por parte de inversionistas, bancos y sector privado, con el objetivo de lograr la cifra de entre 5 y 7 billones que se necesita para hacer posible la transformación a nivel mundial. La Unión Europea mantiene su compromiso de contribuir en la proporción justa al objetivo de los países desarrollados de destinar conjuntamente 100.000 millones de dólares estadounidenses anuales de aquí a 2020 para ayudar a los países en desarrollo. Este objetivo, que forma parte del Acuerdo de París, se mantendrá hasta 2025. Antes de esa fecha se establecerá un nuevo objetivo colectivo. Si Estados Unidos (EEUU) abandona efectivamente ahora el Acuerdo, parte de ese montante podría peligrar.

El presidente Donald Trump ya anunció en campaña que sacaría a Estados Unidos del Acuerdo de París. Además, en uno de sus gestos histriónicos habituales, inmediatamente después de ser investido, Trump designó al conocido negacionista del cambio climático Myron Ebell responsable del equipo que debía conducir la transición hacia la nueva Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (Environmental Protection Agency, EPA). Esta agencia, de gran prestigio a escala global, fue la que destapó el fraude que estaba cometiendo Volkswagen en materia de emisiones: el fabricante alemán había introducido un software en sus vehículos para engañar a los sensores que medían las emisiones de gases (las mediciones registraban emisiones menores que las reales). Pues bien, Trump eligió a Ebell para "reconducir" a la EPA y este confirmaba a finales de enero que Trump podría sacar a Estados Unidos del Acuerdo "mediante un decreto o como parte de un paquete más amplio" prácticamente en cualquier momento. El Acuerdo de París no incluye sanciones para quienes incumplan sus compromisos de reducción de emisiones. La desconexión hipotética de EEUU puede tardar años.

Tres frases que retratan a un presidente
• “El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos, para que la industria estadounidense no sea competitiva”.

• “Haré recortes en la EPA, porque es ridícula, cada día sacan nuevas normas. El medio ambiente está bien, lo que no puedes destruir es el negocio”. El presidente ha nombrado al negacionista del cambio climático Scott Pruitt máximo responsable de la EPA.

• "Todos y cada uno de los fenómenos meteorológicos son usados por los cuentacuentos del calentamiento global para justificar la subida de los impuestos".

Acuerdo de París 

Países que han ratificado

Países miembros de la UE (y año de ingreso), de un vistazo

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